Los investigadores, Eric Courchesne, Ed. S. Lein y Rich Stoner, han analizado 25 genes presnetes en el tejido cerebral post-mortem de un grupo de niños, con y sin autismo. Dichos genes, explican en su trabajo publicado en «The New England Journal of Medicine», que estos genes sirven como marcadores celulares para cada una de las capas corticales, así como genes que están asociados con el autismo. «La constitución del cerebro de un bebé durante el embarazo implica la creación de una corteza que contiene seis capas», explica Courchesne. «Ahora hemos descubierto 'parches focales' que interrumpen el desarrollo de estas capas corticales en la mayoría de los niños con autismo analizados».
El estudio ha visto que los marcadores de varias capas de la corteza estaban ausentes en 91 por ciento de las muestras de casos de niños autistas, en comparación con el 9 por ciento de las muestras de los cerebros control. Además, estas señales de desorganización no se encuentran en toda la superficie del cerebro, sino que se localizaron en pequeñas 'manchas focales' de 5-7 milímetros de largo y abarcaban múltiples capas corticales.
Los investigadores explican que estos parches se encuentran en los lóbulos frontales y temporales de la corteza -regiones que median en los procesos como las funciones sociales, emocionales y de comunicación y de lenguaje-. Teniendo en cuenta que las alteraciones en este tipo de comportamientos son el sello distintivo del autismo, los investigadores concluyen que los lugares específicos de los parches pueden ser la base de la expresión y la gravedad de varios síntomas en un niño con este trastorno.
Se calcula que más de 70 millones de personas en el mundo tienen autismo.
Además, los investigadores creen que el carácter desigual de estos defectos puede explicar por qué los tratamientos tempranos pueden ayudar a los bebés y niños pequeños que tienen un trastorno del espectro autista.
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