Hace cinco millones de años, durante la época conocida como Plioceno, las costas de California albergaban una peculiar marsopa con una mandíbula ultrasensible que utilizaba para cazar.
Fue en el año 1990 cuando Richard Cerutt, investigador del Museo Natural de Historia de San Diego, dio con los restos fósiles de esta marsopa extinta (Semirostrum ceruttii), sepultados entre las formaciones rocosas de la costa de California. Unos restos de entre 1,6 y 5 millones de años de antigüedad.
Sin embargo, los minuciosos análisis y radiografías que realizó la investigadora Rachel Racicot junto a sus colegas de la Universidad de Yale (EEUU) desvelaron que la marsopa Semirostrum sólo contaba con una mandíbula inferior y alargada.
También llamaron la atención de los investigadores las estructuras sensoriales que hay en su mandíbula y que recuerdan a las de algunas aves acuáticas y peces pequeños. Estaban ocultas a simple vista y fueron descubiertos gracias a las radiografías del cráneo.
Los científicos proponen que la marsopa utilizaba su hocico para localizar y 'sentir' a sus presas en el fondo del mar, de noche o en condiciones de poca luz.
Según cuenta la investigadora Racicot, «la marsopa extinta es un animal extraño. Es posible que usara su hocizo para ir 'rozando' el suelo [y así localizar sus presas]», señala. «Aunque esta morfología se ha registrado en aves y peces, éste es el primer mamífero descrito con esta anatomía», asegura Racicot.
Creen que posiblemente tenía problemas de visión y posiblemente usaba para cazar tanto la mandíbula como su capacidad para localizar al resto de animales a partir de las ondas expansivas en el agua llamada 'ecolocalización'.
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